Dónde te escondes, ánfora de vida
puñal que hiere con deleite pleno,
fruto jugoso, cáliz de veneno,
del que bebí una vez estremecida.
Te muestras y te alejas fugitivo,
ave que apenas rozar alza su vuelo,
manantial a la sed del peregrino
mojas mis labios y eres polvo luego.
Despiertas la pasión aletargada
con tus labios de brasas encendidas,
y en la marea que agita tu mirada,
puedo ver ya cercana la partida.
Vaso repleto de néctares sutiles,
poción amarga que me da la muerte,
aunque mi corazón sangre destile
tras tus huellas iré para beberte.
Julia Cerles