jueves, 18 de febrero de 2010

Última morada


I


Voy enhebrando adioses

y en cada despedida

jirones de la piel

se quedan ondulando

en ateridas ramas.

Alas sin ave son,

restos de audaces barriletes

cuyo vuelo claudica

en el verde de un pino

o en el gris espinado

de sedientos arbustos.

El cuerpo andrajoso

busca una orilla nueva

y en la caricia piadosa

de la espuma

vislumbra otras anchuras.



II

Voy hacia el mar,

amigo misterioso.

Me espera con su rumor de sal,

su furia desatada en olas encrespadas,

su destino de andar

siempre golpeando sobre la roca dura.

Me espera con su luna desmembrada

y un sol multiplicado en sus arenas.

Voy hacia el mar

que asilará mis huesos algún día.

                                   Julia Cerles