I
Voy enhebrando adioses
y en cada despedida
jirones de la piel
se quedan ondulando
en ateridas ramas.
Alas sin ave son,
restos de audaces barriletes
cuyo vuelo claudica
en el verde de un pino
o en el gris espinado
de sedientos arbustos.
El cuerpo andrajoso
busca una orilla nueva
y en la caricia piadosa
de la espuma
vislumbra otras anchuras.
II
Voy hacia el mar,
amigo misterioso.
Me espera con su rumor de sal,
su furia desatada en olas encrespadas,
su destino de andar
siempre golpeando sobre la roca dura.
Me espera con su luna desmembrada
y un sol multiplicado en sus arenas.
Voy hacia el mar
que asilará mis huesos algún día.
Julia Cerles