Divago y llego
a ese mundo remoto
de muñecas de trapo
con cabellos de lana ensortijada.
A las tardes de invierno
con dibujos en vidrios empañados.
Regreso al tiempo
de inocentes insectos atrapados
en frascos transparentes.
A veranos de siestas en el huerto…
Y al temor a crecer,
tan parecido
a este de ya no ser
o ser
entre los muertos.
Julia Cerles